Abril de 1982 y diciembre de 2001 fueron dos momentos claves en la historia de la política argentina y el fútbol no estuvo ajeno. En ambas ocasiones se debió parar la pelota, pero esto sólo ocurrió en el 2001.
El fútbol es el deporte por excelencia en Argentina. No sólo por su juego, sino principalmente por la pasión y el sentimiento que cada uno de los hinchas demuestra hacia su club. Los gobiernos de turno siempre tuvieron en cuenta esto, y en cada ocasión en donde existe la preocupación del pueblo por determinado momento que atraviesa el país, se intenta desviar la atención de la sociedad con el fútbol y, lamentablemente, muchas veces lo logran.
En abril de 1982, más precisamente el 2 de ese mes, se desató la Guerra de Malvinas. Fue una guerra absurda entre Argentina e Inglaterra por la soberanía de las Islas Malvinas del Océano Atlántico Sur, en la cual el por entonces presidente de facto Leopoldo Fortunato Galtieri vio la luz y dio el último manotazo de ahogado para intentar salvar su mandato.
El fútbol no estuvo ajeno a la guerra y la acompañó con “la euforia de tribuna” que también se vio reflejada en distintos medios, los cuales vitoreaban la supuesta victoria argenta ante los ingleses. Tanto la revista El Gráfico, como Goles y Estadio, que circulaban en ese momento, graficaron su logo de cada una de sus tapas con la bandera argentina.El Gráfico donó más de mil revistas a los soldados argentinos en las islas previo al encuentro amistoso que disputaron el 14 de abril, en el estadio Monumental, la Selección Argentina y la de Unión Soviética. Al seleccionado dirigido por César Luis Menotti el amistoso le servía como preparación de cara al Mundial de España, que se disputó en junio. El partido finalizó 1 a 1 y fue presenciado por casi 65000 espectadores, los cuales en todo momento demostraron su nacionalismo con cánticos y hasta alguna que otra bandería política. Tanto la televisión como la radio transmitieron el encuentro en directo para las islas.
El fútbol no se detuvo en ningún momento en que la guerra se desarrollaba a pocos kilómetros. El día del desembarco en las Malvinas se comenzaba a disputar la novena fecha del Torneo Nacional con el triunfo por 1 a 0 de Central Norte de Salta a Mariano Moreno de Junín. El recordado Ferro de Carlos Griguol seguía su carrera al primer título de la institución, que finalmente lograría el 27 de junio en el partido de vuelta de la final ante Quilmes. A ese torneo ganado por los de Caballito de manera invicta, el Nacional del 82, se le cambió el nombre en dos ocasiones. El 13 de abril, el Comité Ejecutivo decidió llamarlo “Malvinas Argentinas” y una semana más tarde lo modificó con el título de “Soberanía Argentina en las Islas Malvinas”.
El torneo del ascenso tampoco frenó ya que en ese año San Lorenzo luchaba por volver a la primera, luego de haber descendido al año anterior por primera y única vez en su historia, y en cada estadio donde jugase el club de Boedo las tribunas rebalsaban de gente y eso le ponía un condimento más al torneo, el cual ya era vistoso por el motivo de que uno de los clubes grandes lo disputase.
Al igual que el resto de la sociedad argentina, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) aportó 100 millones de pesos al Fondo Patriótico Nacional, una mentira orquestada por los militares para recaudar fondos para la guerra y que terminó aprovechándose de la solidaridad de los argentinos. Los clubes que en el año anterior habían tenido un importante superávit también se sumaron a ese fondo y aportaron 300 millones. Además, el 26 de abril la Asociación de Futbolistas Agremiados organizó un encuentro con las mejores figuras del fútbol nacional en el cual se recaudaron casi 200 millones, que también fueron a parar en manos de los militares.
Todo ocurrió en el marco de la locura de un alcohólico que estaba al mando de aquel gobierno militar y que no le interesaba para nada la vida de los miles de jóvenes que fueron enviados a las islas a morir por una causa que no era la de ellos. Entre esos jóvenes se encontraban tres futbolistas que también debieron dejar su actividad para ir a luchar a Malvinas. Ellos son: Luis Escobedo (jugador de Los Andes), Gustavo De Luca (jugador de la reserva de River) y Osvaldo De Felippe que al regreso de la guerra debutó en la primera de Huracán.
Lo más triste es que hoy en día la AFA y los clubes mantienen cierta distancia, que en aquel momento no tenían, y creen que con tan sólo hacer un minuto de silencio antes de que comiencen los partidos que se juegan en la fecha que recuerda a la Guerra de Malvinas, o dejar que ingresen al terreno algunos ex combatientes con una bandera argentina, se olvidará que cuando el fútbol debió suspenderse no se lo hizo.
Otra era la situación en diciembre del 2001. En aquel momento no existía una guerra bélica con otro país, sino más bien se asemejaba a una guerra civil. El gobierno del por entonces Presidente Fernando De la Rúa estaba en plena decadencia golpeado por la inflación, saqueos y hasta la clase media reclamando en las calles por la medida de ajuste que el mandatario decretó para intentar mantener la paridad con el dólar reteniendo los ahorros depositados en los bancos, “el corralito”.Tal era la locura en las calles que el miércoles 19 de diciembre se declaró el estado de sitio en el país. Esa misma noche, San Lorenzo debía jugar la final de la Copa Mercosur ante Flamengo en el Nuevo Gasómetro y los miles de fanáticos azulgranas que hacían fila para ingresar al estadio para poder ver a su club por primera vez en una final de copa internacional, debieron volver a sus hogares. El partido se postergó hasta el 24 de enero del 2002 y finalmente, luego de una definición por penales no apta para cardíacos, el ciclón alzó por primera vez en su historia un título internacional.
Luego de dos días de constante represión policial hacia la gente que se manifestaba en las calles, cobrándose 25 vidas, Fernando De la Rúa renunció a su cargo. Desde ese momento, en una semana pasaron cinco presidentes por el sillón de Rivadavia hasta que finalmente el 1 de enero del 2002, Eduardo Duhalde asumió la presidencia.
En medio de todo el caos institucional, y como no podría ser de otra manera para los sufridos hinchas académicos, Racing estaba a un paso de coronarse campeón luego de 35 años de sequía para el club, y al igual que San Lorenzo, tuvo que esperar un poco más para serlo. El domingo 23 de diciembre, Racing debía jugar ante Vélez y con tan solo empatar lograría el Torneo Apertura y así fue, pero cuatro días más tarde ya que el partido fue suspendido por estado de sitio. Tal es así que el resto de los partidos de esa última fecha del Apertura se jugaron recién en febrero del 2002, a excepción del encuentro entre River y Rosario Central que se jugó el mismo día que Racing-Vélez por las chances de campeonar del millonario.
Parar el fútbol en ese fatídico momento del último mes del 2001 fue lo correcto ya que a pesar de la algarabía de los hinchas de San Lorenzo y Racing, ellos sabían que no era el momento adecuado para festejar o estar alegres por algo que al lado de lo que ocurría en el país, era insignificante.
Debería haberse tomado la misma medida durante la Guerra de Malvinas, pero, como se menciona anteriormente, el fútbol es utilizado para desviar la atención de la gente y éste fue uno de los casos en donde se logró hacerlo.
por Nicolás Natrone
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