¿Jugar bien, jugar lindo o ganar? El equipo que juega bien, obviamente, tiene más chances de ganar; el equipo que juega lindo, es vistoso y atractivo para mirar; el equipo que gana, festeja.
Lo perfecto sería poder ganar, jugar bien, y además lindo, pero como es sabido, en el fútbol es muy difícil lograr la perfección durante 19 partidos. Quizás lo que le faltó a este Huracán de Ángel Cappa fue ponerse prioridades.
Fue una campaña más que buena la del equipo de Parque Patricios, pero le faltó un paso más. Se perdió entre las ideologías. Tanto jugadores como cuerpo técnico se creyeron que esta era una “batalla” entre dos maneras muy diferentes de ver el fútbol, pero ese traje les quedó muy grande, no eran ellos los que tenían que demostrar que era mejor o peor, ellos, sino pregúntenle a los hinchas del Globo, tenían que concentrarse en ganar.
Algunas cosas son muy difíciles de entender, como es el caso de que se mezcle el fútbol con las ideologías políticas. Un simple juego, con algo demasiado complicado. Las ideologías del fútbol no traen muertes, hambre ni pestes. Si el camino para erradicar la violencia del juego es desdramatizarlo, habría que meditar por dos segundos esto y darse cuenta que es meramente de necio mezclar las dos cosas.
Un juego en el cual los hinchas son los principales protagonistas (sin ellos no habría jugadores, ni televisación, ni periodistas deportivos, etc.). Un juego del cual los hinchas quieren sentirse los mejores, ganar. Ah no mezclar los tantos, no a cualquier precio.
Huracán jugó muchos partidos bien y con un fútbol vistoso, pero muchos otros no. Por momentos al Globo se lo infló demasiado. Huracán no fue “La naranja mecánica”.
Tampoco fue un fracaso, no hay que caer en el extremismo de que los segundos son los primeros perdedores (sobre todo porque Huracán ya sabe que es salir campeón). Esta tarde los que festejaron fueron los locales. Los Quemeros aplaudieron, muy merecidamente, a sus jugadores, pero no fue lo mismo. No hay nada más lindo que sentirse campeón, y para eso hay que ganar.
Por Gonzalo M. Madina A.
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